Juan Andrés López del Rosario, conocido como Andresote, era un zambo rudo y valiente en la práctica de guerrillas volantes, que mantuvo en consternación a los españoles durante los tres primeros años de la tercera década del siglo XVIII. Andresote era un verdadero dirigente popular en la amplia zona comprendida entre los ríos Tocuyo, Aroa y Yaracuy.
En jurisdicción de lo que hoy forma el Distrito Mora, este "negro café con leche" logró sublevar los cuatro cumbes enmarcados en el territorio que señalamos anteriormente. Según refiere el doctor Manuel Vicente Magallanes en su obra Aspectos Históricos del Estado Falcón, Andresote sublevó a los loangos libres que formaban una numerosa colonia de refugiados de Curazao, que habitaban las márgenes de los ríos Tocuyo y Aroa; a los negros que se encontraban entre el Aroa y el camino de San Nicolás y el río Yaracuy; y a los que poblaban el sector que va desde el río Yaracuy hasta Taria.
El Zambo Andresote, según el historiador falconiano, no actuaba por su propio interés, sino que era instrumento de hacendados y comerciantes de la región de Morón, como también de contrabandistas holandeses, con los cuales mantenía permanentemente relaciones; interesados éstos en mantener el comercio clandestino que trataban de exterminar los agentes guipuzcoanos.
Para Manuel Vicente Magallanes, cualquiera que fuese la razón del levantamiento del Zambo, lo cierto era que Andresote se había convertido en el azote de la zona de Morón y tenía en constante estado de agitación a las peonadas. En esta descabellada empresa, no sólo negros acompañaban al dirigente de esta rebelión sino numerosos indios, arrastrados en esta aventura por el señuelo de una vida mejor.
El historiador Carlos Felice Cardot, al referirse a las actividades de Andresote en la región costera de Morón, nos dice lo siguiente: "La sublevación siguió, tal vez no en una forma organizada, sino en grupos de negros, que debidamente armados, auxiliados por Juan Andrés López del Rosario y apoyados por productores criollos bajo el patrocinio de comerciantes holandeses, metidos en los montes, continuaban sembrando pánico a las autoridades españolas, siendo ér-tas incapaces de aniquilarlos definitivamente".
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